sábado

Bordeando la Ética del Deseo (2001)


- Prologo -
Historias y ficciones -
De escritos letras y significados

- 1er. acto -
1. clínica Psicoanalitica de la Union
1. 1. Supervision en la clínica psicoanalitica
1. 2. Direccion de la cura en el análisis de niños
1. 2. 1. viñeta clinica

- 2do. acto -
2. La etica y el deseo
2.1. La etica del deseo del otro

- Epílogo -
3. Posicionamiento etico
4 y 5. Bibliografia y Notas
– prologo –

Historias y ficciones ...
¿Por qué realizar este recorrido?. Porque la historia del sujeto (mi historia) es, en la medida que se hace presente en el discurso, “dis-toria” [1] que se va haciendo historia a medida que la va (voy) contando. Cuando contamos nuestra historia, nos contamos a nosotros mismos aquello que no sabíamos.
¿Por qué ficciones?, “Porque toda verdad tiene una estructura de ficción”[2]. Porque al igual que una tragedia griega, el Psicoanálisis se resuelve entre los mitos -el padre de la horda primitiva de Freud, el de la Laminilla de Lacan etc, etc-. Y qué mejor que la tragedia -Antígona, Edipo, etc- para situar la relación entre la acción y el deseo.
...“porque un sujeto no cesa de escribir una estructura de ficción ya no sólo con relación al pasado, sino también al futuro” [3] . Y este no cesar de escribir gira las más de las veces en torno a la posición fantasmática, ya que el soporte imaginario del deseo es el fantasma.
Aunque repitamos aquí, es seguro que no reencontraremos la misma cosa. Y podemos dar la fórmula Lacaniana del fantasma: $ <> a, donde hay una doble relación de discurso y aunque seamos sujetos barrados por el significante y tengamos el objeto a como causa del deseo, dando inevitablemente un resto, una falta irrecuperable, algo que se pierde de la palabra , algo vamos a encontrar aquí.

De escritos, letras y significados
A partir de “La instancia de la Letra en el Inconciente”, aparece en Lacan una preocupación marcada por la escritura: “Designamos cómo la letra es el soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje”, “llamamos letra, a saber, la estructura esencialmente localizada del significante”.[4]
La problemática sobre que el universo del significante no daba cuenta de todo, hace que Lacan busque otro concepto complementario. Es así que en sus últimos seminarios se fue orientando cada vez más hacia lo escrito[5], dejando de lado la teoría del significante[6].
Haciendo un recorrido en algunos lugares de su obra: “Sobre la identificación”, “Encoré”, y “La instancia de la letra en el Inconciente”, se pueden establecer tres puntos:
1. El significante se oye
2. El significado es efecto del significante
3. El significado es lo que se lee.
Es en relación con la letra que se define el carácter material del significante; el Inconciente se lee. La interpretación es lectura.
Este pasaje de la palabra a la escritura es correlativo de una teoría del goce. Se relaciona la palabra y el deseo, la escritura y el goce.
En la clínica, el significante abre una puerta en tanto se lee de manera diferente de lo que significa. El sujeto lee y abre otra puerta, produciendo el descentramiento de la estructura. En tanto en la escritura, la letra, justifica su existencia al intentar superar el malentendido de la palabra yendo mas allá que ella.
En la lectura de la letra, hay un hueco en la escritura, en tanto puerta a abrir. Y si tomamos lo escrito como una estructura y al lector como quien interpreta al texto (lo lee), se produce aquí una nueva lógica. Es como una forma de abrir el campo teórico, pero cerrado en una nueva estructura. Y como al escribir se renuncia al habla, a hacerse oír, es la intención de este escrito hacerse leer, o al menos que sea legible. Lleva implícito una voluntad de materialidad que sea congruente con todo lo del orden del discurso que él extrae de la clínica psicoanalítica.
Y si este texto no alcanza a aceitar las bisagras de alguna puerta, aunque sea que corra alguna persiana.
Quedan invitados a ver qué nos depara el por-venir.

– 1er. acto –
1. CLÍNICA PSICOANALITICA DE LA UNIÓN...
Estoy hablando desde lo que es mi inserción como estudiante en el servicio de la Clínica Psicoanalítica de la Unión[7], inserta desde 1989 como una experiencia de extensión Universitaria. El servicio de la Clínica de la Unión es producto de un convenio firmado entre la Facultad de Psicología de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, y la Comisión de Fomento Edilicia y Social de la Unión (quienes están desde hace más de 60 años). Este servicio supone un aporte invalorable a la comunidad del barrio La Unión en cuanto a tratamiento de las diferentes demandas que se dan, alternando los usuarios desde la niñez hasta la vejez. Pero es de destacar la experiencia que deja en los estudiantes pasantes, ya que lo que se prioriza es la transmisión del saber psicoanalítico, apuntando a la formación del estudiante. Pilar este último fundamental junto al análisis personal y la supervisión, para aquellos que como yo se están formando en este ámbito, y piensan al Psicoanálisis como una herramienta fundamental para una articulación teorico-clínica, y posible abordaje las distintas estructuras psicopatologicas.

1. 1. – supervision en la clínica psicoanalitica

En la clínica Psicoanalitica de la Unión, la función del estudiante básicamente es realizar una serie de entrevistas, cuyo proceso va a discurrir si el paciente requerirá derivación hacia tratamiento terapéutico, indagaciones diagnósticas en profundidad o, en el mejor de los casos, no hará falta una instancia complementaria.
El espacio dedicado a los vecinos de La Unión, privilegia la escucha siendo el paciente quien de alguna manera estructura el campo de la entrevista. El estudiante pasante tiene libertad para manejarse como considere correcto en la situación, ya que se prioriza el encuentro singular e irrepetible de la experiencia psicoanalítica.
La modalidad de trabajo está dada por una reunión semanal del grupo de supervisión conformado por diez estudiantes y dos docentes.
¿Por qué supervisión?, ¿para qué?.
La supervisión es una de las instancias de formación que incluye otra visión, caracterizada por otra escucha, dejando al descubierto que siempre en la visión hay algo que se pierde en la mirada y que puede encontrarse en la dimensión de la escucha en la supervisión, interrogando al deseo de la primera escucha: el supervisado, lo que tiende a ubicarlo en un estatuto ético del psicoanálisis más verdadero. No hay clínica psicoanalítica sin ética. Y así como no hay clínica sin ética, no hay analista sin análisis.
Esta razón se apoya en las palabras de Lacan que dice que en la fórmula del fantasma se hallan contenidas las dos operaciones fundamentales de la estructuración del sujeto del inconciente. No hay analista por la sola voluntad de serlo, pero algo del deseo esta implícito. Un analista se autoriza a sí mismo, pero con la complicidad del otro para poder efectivizar esta práctica marcando justamente un inicio de la misma.
Vayamos a algunas formulaciones que quedaron al descubierto en la instancia de supervisión.
En el correr del año se pudieron apreciar ansiedades en torno a determinados temas:
¨ La inseguridad de la mayoría del grupo al enfrentar la primer entrevista[8], el primer paciente.
¨ Utilidad de las Herramientas con que contamos junto a la pregunta: ¿sabemos o no?. Este saber se refiere a ¿sabremos hacer frente al paciente con su carga ansiógena?, ¿qué nos angustia por enfrentarnos con la falta en el Otro?.
¨ ¿Cuál es nuestro rol?, ¿somos directores de la cura bajo estas circunstancias en las cuales se toman pocas entrevistas acotadas en el tiempo?.
Preguntas todas que fueron tomando forma, a medida que se acercaba el tiempo de la entrevista y a medida que ciertos imaginarios se iban simbolizando, significándose en el discurso, saliendo de su escondite fantasma.
A estas anteriores interrogantes agregaríamos otras:
¨ ¿Podremos ser consecuentes con nuestra función, actuando como estudiantes en el papel que hemos elegido desempeñar, pero desde una intervención que ponga a prueba nuestra formación y a su vez sea vital para la misma?
¨ ¿Cuál es la ética del deseo que entra en juego en el acto de la escucha analítica?. ¿Cómo se organizan las ficciones del deseo?
¨ ¿Podremos evitar caer en una falla ética, cediendo ante el deseo del Otro?.
Son todas interrogantes que intentare responder en el presente trabajo, especialmente las últimas, por hacerlas mías, aunque de alguna manera puedan haber rondado en el discurso grupal. Dejo en suspenso por ahora la formulación de las posibles respuestas, para seguir avanzando lentamente en esta, mi dis-toria.

1. 2. –La direccion de la cura en el análisis de niños
¿Por qué análisis de niños?: porque la mayor parte de la demanda que hay en la Clínica de la Unión se reparte en esa franja etaria y justamente, por esa razón, mi primer paciente (en la clínica) fue un niño.
Aunque mi función no era de terapeuta ni analista, desde donde me posicioné fue desde el psicoanálisis, por lo que humildemente estuve ocupando la posición de psicoanalista o analista. Algo peligroso si no se lo toma en serio aunque me posicioné “como si”, al intentar ubicarme en una posición en la cual me siento cómodo: desde una intervención psicoanalítica.
Así que una pregunta inicial podría ser:
¿Hacia dónde vamos con los niños en la clínica psicoanálitica?.
Los niños nos plantean una particularidad para trabajar con ellos, un doble juego de demandas: la del niño y la de los padres. Entonces hay que diferenciar cuando la consulta es generada por conflictivas paternas o cuando es debida a conflictivas propias de los niños. Hay que escuchar también cómo se articulan los síntomas que se aprecian en esos bordes que la pulsión rodea, el cuerpo.
Generalmente un hijo con problemas genera una gran ansiedad y culpa a los padres. Los cuestiona e interroga sobre la educación y crianza de su hijo, infiriendo ciertos ataques a su narcisismo. Otras veces el sintoma en el niño causa alivio y distension en los padres.
Esto nos plantea una disyuntiva metodológica teórico-práctica y tambien ética. ¿Hay que priorizar la escucha hacia el niño o hay que darle más valor al discurso paterno? Ubicándose en un extremo algunos opinan que es mejor trabajar solo con los niños. Otros, en una posición antagónica, opinan que es fundamental el aporte de los padres. Yo considero que hay que acercar ambas posturas. Aunque no hay que perder de vista que quienes realizan el pedido de ayuda en principio son los padres y hacia allí va a apuntar el dispositivo tratando de establecer una “alianza terapéutica”[9], no nos olvidemos que es el niño quien padece y es a él a quien debemos considerar a través del “dispositivo psicoanalítico”[10].
Hay que atender el discurso paterno, sí, pero priorizar el del niño, con sus diferentes formas de expresión a través de los medios que puedan dar cuenta de su problemática (juegos, gráficos, etc). Esto nos guía en cierta dirección: la dirección de la cura. La que no tenemos que perder de vista. Es aquí justamente donde entra en juego la ética del deseo en la clínica psicoanalítica.
¿Creemos que anudando lo real del goce que pone en acto en el cuerpo con la dimensión simbólica e imaginaria para así construir un síntoma en la transferencia que derive ese goce que ya viene forzadamente anudado, solucionamos la cuestión?. ¿Es tan sencillo traspolar un síntoma por otro?.
La posición del analista es vital. Es aquí, más que en ningún otro lugar, donde la ética está en juego. ¿Cuál es la ética que está en juego? ¿Cuál es el deseo que nos convoca?.
Es en esa dirección adonde queremos ir.

1. 2. 1. – VIÑETA CLINICA
No es mi intención realizar un análisis de un caso, ni tampoco profundizar mas alla de lo anteriormente escrito en la terapia infantil. Presentare esta breve viñeta clínica con el solo efecto de mostrar parte del recorrido realizado que junto a otras razones me llevaron a bordear la etica del deseo, ya que forman parte de nuestra dis-toria. Hecha las aclaraciones prosigamos.
En la primera entrevista, Pablo (nombrémoslo así) de 5 años, me dice“¿Acá es donde voy a jugar”?, después de entrar al consultorio con ojos escrutadores que no se pierden ningún detalle. Su madre demora un par de minutos en volver acompañada por su padre (de Pablo) que se había quedado afuera, en un movimiento renuente que anuncia de arranque que éste ultimo no estaba muy convencido de participar de este encuentro, como posteriormente se confirmaría.
Pablo llega a la consulta derivado por la maestra, por problemas de conducta agresiva y distorsión en clase que además de alterar al grupo, le impiden a él seguir a la par de sus compañeros en el aprendizaje, quedando rezagado.
La entrevista se inicia con el comentario de su padre refiriéndose a la derivación de la maestra como una injusticia, ya que su hijo es “normal”. La conversación pasa más adelante al tipo de juego que realizan padre e hijo: de carácter violento y con un gran componente agresivo; la mayoría de las veces se disputa un objeto de deseo: la madre.
El padre me pregunta --más esperando mi complicidad que denotando duda—“¿es malo lo que hago?, ¿está mal jugar con mi hijo?”, encontrando mi silencio, se anticipa la madre diciendo que sí, que está mal porque son juegos muy violentos y que se van a matar un día.
El padre reafirma la pregunta.
Mientras tanto Pablo, sentado entre ambos, tiene una actitud que contradice las disputas. Haciendo caso omiso de la supuesta protección que le brinda su madre, se encuentra muy junto a su padre actuando como separador de padre y madre, y en determinado momento se aproxima aún más para pedirle al padre que dibuje para él.
El entrevero y la confusión reinaron a lo largo de la entrevista en los discursos paternos, dejando bien en claro que los padres, cuando hablan de los problemas de sus hijos, no siempre facilitan la comprensión para uno y para ellos mismos. Esto seguramente más marcado por la propia conflictiva, que debido a un esfuerzo conciente por ocultar algún hecho. Debo decir que requirió de mucho esfuerzo de mi parte el poder atender a ese discurso (mareador), que por momentos se tornaba indescifrable. Y no era solo una particularidad que se daba estando la familia reunida, sino que también se repitió por ej. en una de las entrevistas que mantuve con la madre de Pablo, ya que por momentos no quedaba nada claro a quién se estaba refiriendo cuando hablaba del padre (del padre de Pablo o del padre de ella).
Situaciones como estas se dan a menudo en la clínica Psicoanalítica por estar el sujeto produciendo su dis-toria, no siempre de una forma ordenada y prolija (tampoco tiene que darse asi), lo que le da la significación particular al discurso del paciente. Trae lo que trae, como puede traerlo, y eso va a decir mucho sobre su estructura y conflictiva.
Para esclarecer el discurso e indagar más allá de lo dicho, es que la lectura psicoanalítica (desde un optica lacaniana) no atiende simplemente al sujeto del enunciado (al hablante) sino también al sujeto de la enunciación (el inconciente). Este, en tanto estructurado como un lenguaje, está regido por la lógica del significante. Y si “el inconciente es el discurso del otro”, y “el deseo es el deseo del otro” (citas que retomaremos mas adelante) entonces es en una frase del otro en la que el sujeto aparece como un objeto de aquél; el sujeto aparece como objeto del deseo del otro. Si el sujeto queda sujetado al deseo del otro, ¿cuál es la ética del deseo que se pone en acto en la clínica psicoanalítica?. Si el sujeto queda sujetado de alguna manera al deseo del analista, ¿cual es la ética del deseo que pone en acto el analista?

- 2do. acto -
2. – La etica y el deseo...

Haremos un recorrido histórico -que dista lejos su intención agotar el tema- por aquellos autores a los que hemos podido acercarnos, quienes posibilitan pensar y reflexionar acerca de las preguntas precedentes.
Etimológicamente “ética” proviene del vocablo griego “ethos”: modo de ser, carácter, o costumbre[11]. En la antigua Grecia la ética era el arte de las costumbres o el arte del buen vivir. También trataba sobre el bien y el mal. En este sentido hay que ambientarse en una forma de vida en la cual la mayoría eran esclavos y el resto ciudadanos soberanos (libres). Donde se concibe la felicidad individual en un contexto de felicidad colectiva. No se concebía que alguien fuera buena persona sin ser simultáneamente buen ciudadano.
La ética nace conjuntamente con la idea de introspección, el postulado Socrático: “conócete a ti mismo”, es un claro ej. No se puede hacer una separación en ese momento del nacimiento de la idea de sujeto, sujeto racional, libre y por tanto responsable, de la idea de ética. Para los griegos antiguos, es virtuoso el buen ciudadano, el que busca acciones que son fines en sí mismos y no trata a las personas solo como medio para sus fines. (Contrasta fuertemente con esto la famosa frase de Maquiavelo: “el fin justifica los medios”.) Este esquema se da en la comunidad de iguales dejando de lado al esclavo, quien es sólo un instrumento para el amo.
La ética antigua se basa principalmente en el arte de ser feliz, sobre la eudaimonia: el arte del buen vivir. Asociado este último a su vez al concepto griego de epimeleia que es la idea del cuidado de sí que remarcan corrientes como el epicureísmo, que trata de intensificarlo a través del placer. “El placer para Epicuro es alivio, es la cesación del dolor. ‘En el mismo instante se produce el nacimiento del placer máximo y el alivio del dolor’ (Sentencias Vaticanas). Esto tiene que ver con la noción del tiempo del placer, un placer que se alcanza al mismo tiempo que cesa el dolor; entre placer y displacer no hay un tiempo intermedio en el cual lo agradable y lo desagradable serían sensibles simultáneamente para el sujeto.
Para Platón la parte del alma que actúa según el deseo se llama to epithymetikon (La República), él se refiere al deseo en tres variantes: el hambre, la sed y el amor.
Aristóteles distinguirá entre los deseos concernientes al tacto, los que afectan a todos los hombres (sed, hambre, sexo) y los que exceden a la naturaleza. Los primeros se rigen por un límite fisiológico, la satisfacción, y se terminan una vez saciados. Los segundos son personales y variados, ya que no tienen un carácter universal y objetivo.” [12] Aristóteles exilia el deseo del campo del hombre ubicándolo del lado de la bestialidad en su conocida obra “Etica Nicomaquea”. Para él, placer y bien van de la mano. Su problema es el bien, el bien soberano, cuestión que debe quedar obligatoriamente por fuera del psicoanalista. Este debe pensar en el paciente pero sin desearle el bien, ya que desear el bien al paciente equivale a desear por él, desde nuestro propio deseo.
Es claro que el deseo para los griegos es parte de una forma de vida, o más bien proponen una clase de vida y una forma de existencia, que por su propiaidiosincrasia y coherencia es incompatible con el saber, con la verdad.
Para Platón el epithymetikon es una forma de subjetividad distinta que se opone al principio de la razón. Del conflicto entre estos y el resultado depende la relación con la verdad y la posibilidad de conocimiento.
Para Platón, todos los apetitos por las cosas y los cuerpos comparten la misma estructura: su meta sería la plenitud. Esto provoca una necesidad tan indestructible como las pulsiones reprimidas de la infancia desde una lectura psicoanalítica.
El retorno insistente de lo reprimido es insaciable, a diferencia de los deseos puntuales que tienden a procurarse alivio. En cambio, Platón pensaba que el deseo es insaciable, el placer es imposible. La teoría Platónica sobrestima y demoniza el deseo.
Haciendo un breve recorrido por lo ya escrito, se ve que en un primer momento son los deseos por su modo de acción tan específico, los que determinan el tipo y el estilo de preocupaciones que caracterizan las diversas formas de existencia. Cuando los filósofos griegos teorizaron el arte de vivir, la posibilidad de modelar la propia existencia, el uso de los placeres y el cuidado de sí, no lo hicieron argumentando sobre los actos, sino sobre los ephytemiai (maneras muy especiales de desear) y su estructura. ¿Qué es lo que está en juego aquí?. El acceso a la verdad, no de sí, sino del conocimiento en general.
¿Cuál es la ética del deseo de nuestros días?. ¿Con qué eptihemiai se manifiestan?”[13]
Spinoza, reflexionando en base a los antiguos, proponía una ética desprendida de valores abstractos, trascendentes, universales, proponiendo la dinámica de la acción reflexiva permanente, sobre hechos concretos. Esto nos remite a la inmanencia potencial del encuentro, a los valores inmanentes producidos en el encuentro de los cuerpos, respetando la singularidad de los procesos. De esto se desprende que para Spinoza la ética es amoral, ya que ésta tendria que ver con los valores mas trascendentes y universales de la sociedad, validos en toda situación.
Lo éticamente bueno para Spinoza es el encuentro potenciador para los cuerpos resaltando las pasiones alegres de la vida. En esto Kant no está de acuerdo alegando en su “Crítica de la razón práctica”, que lejos de llevar a la felicidad, las acciones éticas a menudo encuentran el dolor, terminando su tesis diciendo que el verdadero acto ético está reñido con el deseo. Cuestión ésta (la relación entre deseo y ética) que retomara Lacan pero desde otro punto de vista, parafraseando a Spinoza: “el deseo es la esencia del hombre”.

2.1. - LA ETICA DEL DESEO DEL OTRO.
Siguiendo los razonamientos griegos y spinozianos es que Lacan retoma, devolviendo al Psicoanálisis una concepción ya presente en Freud[14], postulando un deseo siempre vivo en tanto que siempre insatisfecho, complejizando la teoría del deseo, reconociendo el papel prohibitivo de la ley, y resaltando su aspecto productivo.
En el seminario VIII Lacan dice: “Cabe preguntarse de qué medios valerse para operar honestamente con los deseos. O sea, cómo preservar el deseo en el acto, la relación del deseo y el acto. En el acto se encuentra por lo común más bien su colapso que su realización y, a lo sumo, el acto sólo le presta al deseo su hazaña, su gesto heroico. ¿Cómo preservar, digo yo, entre el deseo y este acto lo que puede llamarse una relación simple, o saludable?.”[15]
Se pregunta aquí como puede ser que el deseo pueda mantenerse vivo a pesar de los placeres que lo aquietan. Si un griego respondiera a esta pregunta: ¿Cómo preservar el deseo en el acto?, diría: “el deseo está en el acto, nunca lo abandona”. Por eso el sexo es un problema. El deseo es insaciable, pero justo cuando la presencia del objeto codiciado parece colmar y saciar el deseo, es decir la falta, esta no cesa de ahondarse.
En cambio algunos pensadores cristianos como Tertuliano, y San Agustín responderían: “lo que cuenta ya no es el deseo, sino por el contrario el placer”. El acto está en el deseo, un deseo que encuentra su causa en la tentación permanente de la que está hecha el mundo.
En el Filebo de Pláton, el placer es imposible porque gozar implica también desear. Para los exegetas cristianos en cambio el placer es irresistible porque desear ya es gozar y los efectos se pueden sentir en el cuerpo. El placer (hedoné, voluptas) existe con una presencia y actualidad tan vivas que es el deseo el que se opaca prestándose de anzuelo.
El retorno a Freud de Lacan es a su vez una vuelta sobre los postulados Platónicos en cierta forma y a su teoría del deseo en perpetuo movimiento, continuamente frustrándose e incesantemente reiniciando la búsqueda. Aquí hay que hacer una salvedad con el concepto de pulsión. Trieb es el término que utilizaba Freud para nombrar la pulsión. En “Los instintos y sus destinos” dice que es un concepto fundamental. Es una construcción, “una convención” (konvention). Lacan propone en vez de éste “ficción”, ya que las pulsiones ficcionalizan, mitologizan lo real, debido a que su acceso es imposible.
El concepto de pulsión es un montaje de cuatro términos: drang que es la fuerza constante, la presión ejercida por una excitación o estimulo interior. El fin es la satisfacción aunque se puede alcanzar ésta fuera del objeto implicado, siendo el fin inhibido (sublimación). Lo que nos lleva a pensar el objeto como tercer término: éste no tiene ninguna importancia, realizando la pulsión un tour a su alrededor. La fuente, o zona erógena se puede pensar como un borde. Si bien la satisfacción está en retornar a la fuente, no está en ella, sino en el trayecto de ida y vuelta (tour). Entonces ¿cuál es el circuito de la pulsión? Habría dos extremos en la experiencia psicoanalítica, el primero es la represión primordial, de un significante y lo que allí se edifica en lo sincrónico construyendo el síntoma. El otro extremo es la interpretación, implicando la dimensión diacrónica, entrando en juego la metonimia del deseo. La mayor parte de la experiencia psicoanálitica se da entre estos dos polos.
Así que la pulsión presentifica el objeto de la necesidad en cuanto encuentro fallido con el mismo, en tanto se pierde en el pasaje al registro de la demanda. Entonces no hay que confundir la pulsión ($ & D) con el deseo (A & d). La pulsión es lo que insiste, afecta a los bordes y goza. El deseo es efecto de la pérdida de un objeto (a) por la acción del significante. Ahora entenderemos mejor la frase que sigue.
“El análisis demuestra que el amor en su esencia es narcisista y denuncia que la sustancia pretendidamente objetal (puro camelo) es de hecho lo que en el deseo es resto, es decir su causa, y el sostén de su insatisfacción, y hasta de su imposibilidad”. A ésta se le agrega otro elemento complejo “(...) el goce del otro, del cuerpo del otro, solo lo promueve la infinitud”. [16] El amor es la pasión por la ignorancia del deseo pero no puede alcanzarse, porque si bien se trata de hacer de Dos, Uno, el deseo muestra allí la falla, porque depende de la esencia del significante, que introduce la hiancia.
En el seminario VI[17] Lacan nos presenta los tres esquemas del grafo del deseo (aunque luego le hará ciertas modificaciones al ordenamiento en el seminario XVI[18]). Nos dice que hay que darle su lugar al deseo, lo que va a permitir un clivaje en la técnica y la teoría psicoanalítica. Un clivaje que en francés tiene varias acepciones, y una de ellas adquiere un sentido diferente al que se utiliza comúnmente: escisión. Por el contrario adquiere el sentido de “abrirse camino con una hacha a través de un bosque”; esto se puede leer de dos formas en el entendido que a la vez que construye que va haciendo el camino, lo va encontrando.
En este seminario Lacan nos presenta el conocido aforismo: “el deseo es su interpretación”. Posteriormente en el seminario VII, sobre la ética plantea que la ética del psicoanálisis es la ética del deseo. Lo que lleva de alguna manera a establecer que la ética del psicoanálisis es algo que se juega en la interpretación. Se pone en juego en un acto, en tanto un acto es susceptible de un juicio. [19]
Ordenemos un poco los conceptos, para ir acercándonos a la clínica Psicoanalítica.
La teoría lacaniana ubica a la palabra como lugar emergente del deseo, a través del discurso el significante representa a un sujeto para otro significante. Se privilegia la palabra y por contrapartida la escucha del analista. ¿Qué ética del deseo esta implícita a esta escucha?
La ética para Lacan, y él se refiere a la ética del Psicoanálisis, la entiende formulando una pregunta, interrogando al analista: “¿has actuado en conformidad con tu deseo?.”[20] “La ética consiste en un juicio sobre nuestra acción.” Propone “elegir como patrón de medida de la revisión de la ética a la que nos lleva el psicoanálisis, la relación de la acción con el deseo que la habita” [21]. Y pregunta más adelante: “¿Ha ud. actuado en conformidad con el deseo que lo habita?.”[22]
Expliquemos lo que es el deseo discerniéndolo de la necesidad y la demanda, situándolo en otro lugar.
Daremos un breve rodeo. A partir de Lacan el significante en términos psicoanalíticos implica que no hay nunca una significación completa, siempre para el hablante falta un significante. Esta falta ya fue trabajada por Freud aportando dos ideas al respecto: en la “Experiencia de satisfacción” en la que se trata de reencontrar un objeto inhallable y por otro lado trabajo la falta en términos de castración de la madre, a partir de lo cual lo que ya faltaba puede pensarse como el falo faltante en la madre.
Pero la falta en relación al significante esta dada por la barra que rompe el signo del algoritmo saussuriano[23], dando como resultado un resto que escapa a la significación. Y como es en el otro donde se va a sancionar el mensaje, esta barra hace que nunca se pueda sancionar plenamente en el otro. Esto hace que el Otro esté barrado (%). Siempre falta un significante. La ilusión del hablar cotidiano, está en suponer un Otro sin falta que garantice la significación y evite el malentendido.
Para un sujeto la necesidad de relacionarse con el objeto está perturbada por ser mediada por el lenguaje. Este lógicamente le preexiste al sujeto. Aquí es donde el sujeto está obligado a demandar. Incluso los movimientos del bebé son sancionados como una demanda por parte de su madre. Como la demanda es una articulación significante el sujeto queda librado a que el Otro interprete. En toda articulación de la demanda cae un resto (objeto a) que no se articula. Este objeto que se produce toda vez que se habla, siempre se pierde aunque antes no estaba.
El que demanda apela a la incondicionalidad del Otro, a que no esté condicionado o sujetado por ninguna ley, encontrándose en definitiva con la ley del deseo.
Si la causa del deseo se produce por efecto del significante, es en el Otro, en tanto tesoro del significante donde estará planteada la cuestión de la causa: “el deseo es el deseo del otro”. (A & d)
La fórmula “el deseo del otro” es un genitivo, (aporte de la lengua latina) encontrándose dos: el genitivo objetivo y el subjetivo.
Ejemplifiquemos: Genitivo objetivo, “El canto del himno”, del himno modifica a canto. Genitivo subjetivo, “el canto de los niños”, “de los niños” es el sujeto de la respuesta a ¿quién canta?.
Entonces el análisis se escande en dos momentos uno objetivo y otro subjetivo. En el genitivo objetivo Lacan dice: “el inconciente es el discurso del otro” y en el genitivo subjetivo dice “deseo del otro”, lo que significa que la posición del sujeto como deseante implica que es (deseante) en tanto (es) otro (el) que desea. Es soportado como deseante por el deseo de otro, y cuando más cree que es autor de su deseo más desconoce que es deseo del otro. Y aquí retomo lo de enunciado y enunciacion diciendo que habrá así un proceso de enunciado y un acto por el que se hace la enunciación de ese enunciado. Desconociendo el sujeto del acto del enunciado que es sostenido por el deseo de otro, posibilitando la enunciación y posterior interpretación.
Precisemos, reflexionando sobre la negación en Freud en su artículo “La negación”. El se detiene en el enunciado “no es mi madre”, diciendo que basta sacar el no para encontrar la verdadera fórmula que se está diciendo allí, indicando este no el verdadero sujeto de la enunciación: el inconciente.
Y si el sujeto es soportado como deseante por el deseo de otro, ¿como hace el analista para soportar al paciente sin involucrar la dimensión de su propio deseo?. Pasemos al deseo del analista retomando el título que le da nombre a este trabajo transformándolo en una pregunta ¿por qué bordeando la ética del deseo en la clínica psicoanalítica?. ¿Porque bordear algo? ¿Porque no abordarlo directamente? Porque la clinica psicoanalitica nos remite a los efectos de sentido que crea el significante, a un supuesto saber en el Otro. El sujeto produce la pregunta que cuestiona y que duda, instalando la posibilidad de un saber, de una respuesta en el Otro. Pero como "la" respuesta, nunca existe al final, solo podremos señalar algunos puntos, hablar de cosas que bordean la pregunta.
El sujeto supuesto al saber (el analizando) concurre a la consulta con una demanda, con una pregunta por hacer (que podría ser ¿qué quieres de mí?). Pero anterior a esto es que se encuentra presente lo que verdaderamente va a orientar la dirección de la cura: el deseo del analista. Lo que nos lleva a preguntar: ¿Cuál es el deseo de ser analista?
Y de aquí en más, diré en primera persona. Es claro que algo de mi propio deseo está pesando para ello. Algo de ello hay para que me ubique en ese otro lugar en la clínica, aunque aún sea un estudiante posicionado como psicoanalista.

- Epílogo -
3. - Posicionamiento etico...
Ser psicoanalista ya implica un posicionamiento ético por tener una relación singular con el saber. O sea con el deseo de saber acerca del deseo de los demás. Algo intrínseco a mi propio deseo hace que me coloque en tal actitud de escucha. El rol del analista de alguna forma me preexiste antes de ubicarme en ese lugar, por ser parte de una estructura del discurso, dándole valor dentro de nuestra cultura occidental. Pero va a ser en el acto singular cuando se ponga a prueba el anudamiento de mi propio deseo.
Creo que si hay un acto ético en ese espacio terapéutico es justamente que mi deseo en abstinencia oscile en equilibrio entre mi propia intencionalidad y el deseo del Otro sin acceder al deseo del Otro. Para lograr esto es conveniente mantenerme próximo a la transferencia del paciente, para poder reaccionar ante ella.
Debo cuidarme de no ubicarme en el lugar de sujeto supuesto saber[24]. En el lugar del amo. No debo ponerme en el lugar del ideal del yo del paciente. En ese lugar omnipotente, paralizador, sino ubicarme en el lugar de la causa del deseo del otro, habilitando el movimiento, la apertura del inconsciente y la producción discursiva en el sujeto supuesto al saber, desplegando su deseo hacia ese camino sinuoso y escurridizo: la dirección de la cura. Creo que el psicoanalista debe dirigir la cura, pero lo que no debe hacer es dirigir al paciente, tomando una dirección de conciencia en el sentido de guía moral más correctiva que terapéutica.
Puede pasar de ceder en el deseo por un buen motivo (como veremos enseguida). Diría un pensador cristiano por el bien, ¿por el bien de quien?, del paciente? Ya argumenté anteriormente porqué considero que hacer esto es un error.
“Lo que llamo ceder en su deseo se acompaña siempre en el destino del sujeto (lo observarán en cada caso, noten su dimensión) de alguna traición.””[25]
Un buen ejemplo para analizar todo esto que vengo diciendo, (tomando en cuenta esta ultima cita) lo podemos apreciar en el caso que plantea Irvim Yalom en la introducción de su libro: “Desde el Diván”, que aunque sea una novela, los hechos pueden perfectamente coincidir con algun caso real (y seguramente fue sacado de ahí). El reconocido terapeuta Seymour (noten la homofonia con Sigmund) Trotter, quien es autor del código de ética de la comunidad psicoanalítica, por hacer el bien a su paciente cede ante el deseo del Otro. Se justifica para sí, esgrimiendo argumentos terapéuticos. “Yo estaba convencido de que si no cumplía con mi parte de la apuesta, Belle se mataría”. Apuesta que consistía en pasar una semana de vacaciones como marido y mujer (con su paciente), si es que ella se abstuviera durante dos años de cometer conductas que atentaran contra su cuerpo y su salud. Obviamente una excusa a mi entender, para realizar en realidad su propio deseo, que ya quedaba al descubierto previamente:
“Debo enterarme de todo lo que precedió al hecho, todo lo que podría ayudarme a comprenderlo....” le dice a la hermosa Belle, en relación a sus conductas perversas, introduciendo así la dimensión de su propio deseo, un cierto “universo mórbido de la falta”. Su accionar es claro que fue por hacer el bien, siendo su acto guiado por una reflexión moral y no etica. Como dije antes esto es de lo peor que se puede hacer por un paciente. Pero en realidad el bien se lo hacía a él mismo, ya que desde un principio quedó atrapado con su “Belle” paciente, quien no manifestaba la “belle indiference” precisamente, sino todo lo contrario.
Trotter no duda en realizar acciones tendientes a capturar a su paciente. Por ej. a lo que Trotter llama creatividad (no sólo por inventar una nueva terapia para cada paciente), como cuando le escribe en el pañuelo lo que ella tenía que hacer, en realidad a mi entender es utilizar la transferencia como una sugestión. ...“mi trabajo es introducirla en la realidad” dice indicando el regimen correctivo y adaptativo que tomó la terapia en vez de proseguir la direccion de la cura. Es correcto ejercer la transferencia, posibilitando así la instauración del sujeto supuesto al saber, encarnando el lugar al que es llamado por el paciente, pero no lo que realiza Trotter, que es ubicarse en ese lugar habilitando la idealización. Si la transferencia es lo que de la pulsión aparta la demanda, el deseo del analista es lo que la restablece. La dimension del deseo del analista es la que introduce o reintroduce la demanda (el pedido de amor), siguiendo el circuito de la transferencia (la repetición) y de la pulsion (bordeando el deseo), pero no ayuda a la direccion de la cura ya que sigue dando vueltas en circulo sin dejar al paciente avanzar hacia el transito de su fantasma.
Entonces es Belle como objeto, como bien, la paga por la satisfacción del deseo. Pero, a su vez, el cobro es muy alto por este goce: le cuesta su prestigio, su profesión y un matrimonio de varias décadas.
Es con este claro ejemplo que me quería despedir. El es doblemente ejemplar para ver la estructura que se llama “ceder en su deseo”. En un sentido porque la ética está en clara falta, ausente. Quebrantada la regla fundamental de abstinencia, ubicándose Trotter desde el lado del amo, sujeto supuesto saber, en vez de tender a su destitución. Además de romper también con la función del silencio que es tan importante, no posibilitando a Belle hablar libremente, sin que su discurso deba ceñirse a ninguna convención preestablecida, introduciendo la dimensión de su propio deseo. Su posición debería ser la del “muerto”, en el sentido que sus sentimientos solo tienen un lugar posible en el análisis: el del “muerto”, y “si se le reanima, el análisis se prosigue sin que se sepa quien lo conduce”[26], como realmente ocurrió.
Doblemente ejemplar porque Trotter es quien redactó el código de ética, y quien como Guillotine sufrió las consecuencias de su propio invento, cayendo la hoja fría y afilada del propio código de ética sobre su humanidad.
Es un ejemplo paradigmatico de lo que no se debe hacer (sin entrar en análisis moralistas), que permite ver como el acto libre de juicio y ética pero cargado de deseo, en el caso del analista puede llevar a la esclavitud de su conciencia y a la imposibilidad para seguir ejerciendo el psicoanálisis, y ni hablar de las consecuencias nefastas que puede tener para el paciente.

Para terminar...
Si el saber es a producir, es porque está acompañado por la economía del goce que lo sostiene y en esta economía la estructura a descifrar del inconciente se expresa en la insistencia de la letra con que insiste el goce.
Entonces creo que realizando este tour alrededor de la ética del deseo, algo de este objeto quedó resignificado posibilitando un cierto goce (por qué no decirlo) de escribir estas lineas.
Aunque bordear la ética del deseo a través de la letra, sea sólo una de las tantas formas posibles que existen para descifrar los avatares de la clínica psicoanalítica, espero hayan disfrutado de la lectura -interpretación- tanto como yo disfrute escribir este trabajo.
4. – BIBLIOGRAFIA *
ARISTOTELES. Etica Nicomaquea. Ed. Gredos, Madrid, 1993.
FREUD, S. “Mas allá del principio de placer”, en O. C. Tomo XVIII, Amorrortu. Bs. As. 1969.
Freud, S. “La experiencia de satisfacción”, en Proyecto de una psicología para neurólogos. O. C. T III. Biblioteca Nueva, Madrid. 1967.
FREUD, S. “La negación”, en O. C. T. II. Biblioteca Nueva, Madrid, 1967. Freud, S. “Las pulsiones y sus destinos”, en O. C. T. I. Biblioteca Nueva, Madrid, 1967.
Freud, S. “Los instintos y sus destinos”, en O. C. T. I. Biblioteca Nueva, Madrid. 1967.
Freud, S. “Recordar, repetir y reelaborar”, en O. C. Tomo XII, Amorrortu, Bs. As. 1980.
Mannoni, M. La primer entrevista con el psicoanalista. ed. Granica, bs. as. 1973.
Lacan, J. El deseo y su interpretación. El Seminario. Versión Inédita. 1958-59. Lacan, J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos I. S. XXI. México. 1971.


Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos II. Ed. S. XXI. Bs.As.
Lacan, J. La ética del Psicoanálisis. Libro VII. El Seminario. Editorial Paidos. Bs As. 1984
Lacan, J. Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis. El Seminario. Ed. Barral. Barcelona. 1977.
PLATON. La República. Ed. Gredos. Madrid.

5. – Notas
* Aquí solo se brinda parte de la bibliografia utilizada, el resto se encuentra debidamente reseñada en las notas.

[1] Ricardo Landeira. Seminario: Historias de amor de locura y de muerte.
[2] Jacques Lacan. El Seminario. Libro VII. La ética del Psicoanálisis. Editorial Paidos. Bs As. 1984. Pag 22.
[3] Idem Nota 1.
[4] Jacques Lacan. “La instancia de la letra”, en Lectura estructuralista de Freud. Escritos 1, Siglo XXI, México. 1971.
[5] La idea al publicar los Escritos (1966) es terminar con el malentendido que implica la palabra, realizando una obra con valor de verdad más duradero.
[6] Lacan en sus últimos años fue ocupandose cada vez mas por sus matemas y nudos borromeos, destacando la función del silencio en el discurso.
[7] Para ampliar información remito al lector al trabajo “La transmisión del psicoanálisis en una clínica universitaria barrial: ¿una apuesta o un desafío?” Jacquelin Bochar. Publicado en la Revista Acheronta. Número 11 - Julio 2000.
[8] Digo la mayoría, porque algunos entre los cuales me incluyo, ya habíamos realizado entrevistas en el Hospital Psiquiátrico Vilardebó.
[9] Que no es lo mismo que actuar en complicidad con los padres.
[10] Podría utilizar la palabra encuadre, pero considero que es más precisa ésta última, abarcando además ese movimiento dinámico que se da en el entorno psicoanalítico de la escucha clínica: la relación transferencial.
[11] Aristóteles, hace un juego con ethôs a la que da estas dos últimas significaciones.
[12] De mi ponencia “La estética del Placer” dictada en el II Congreso Latinoamericano de Estudiantes de psicología. Santiago de Chile. 1999. Publicada en la Revista electronica “Thesis”. www.rehue.csociales.uchile.cl/publicaciones/thesis.
[13] Idem cita anterior.
[14] Es de destacar que casualmente fue su hija y los denominados de la “escuela del yo” quienes hicieron que fuera perdiendo valor e importancia dentro del psicoanálisis.
[15] Jacques Lacan. Seminario VIII. La transferencia. 1960-61. Inédito. Pag. 14.
[16] Idem cita anterior. Pag 15.
[17] Jaques Lacan. El deseo y su interpretación. Seminario. Versión Inédita. 1958-59.
[18] Jacques Lacan. De un otro al Otro. Seminario. Versión Inédita. 1968-69.
[19] Eduardo Albornoz: Acerca del deseo y su interpretación. Comentario sobre el seminario VI de J. Lacan. Publicado en Revista Acheronta Nº 1. Agosto 1995
[20] Idem nota 2. Pag 370. Esta pregunta le sigue al titulo: Paradojas de la Etica.
[21] Idem anterior. Pag 372.
[22] Idem anterior. Pag 373.
[23] Le llama Lacan saussuriano aunque sea mas correcto decir: lacaniano. Ya que es producto de la inversión de los términos y el rompimiento del signo, quedando el significante por encima e independiente del significado.
[24] Aclaro que este lugar le es dado al analista por el paciente: sujeto supuesto al saber, que ya viene en transferencia permitiendo iniciar el análisis. De no ser así, sería muy difícil que el paciente se ubique al inicio del análisis en la posicion de sujeto supuesto al saber: analizando. Hay que tener presente que la transferencia tiene como soporte y pivote al sujeto supuesto al saber.
[25] Idem nota 2. Pag 381.
[26] Jacques Lacan. “La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos II. S. XXI. Bs.As. Pag 569.

1 comentario:

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