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Del autismo como síntoma de la época, al síntoma autista.


Estamos en la era de las neurociencias, imperando el rechazo a la subjetividad, y, por lo tanto, la posición de cada sujeto en torno a sus síntomas o acontecimientos de cuerpo no es tomada en cuenta.
En el ámbito de la salud mental vemos como se ha producido un reduccionismo de los síntomas a trastornos, imponiéndose el discurso de que es algo que está mal, que además no involucra al portador, sino que es causado por un desorden químico, neurológico etc. y que hay que intentar eliminar o reducir al mínimo posible su presencia.
El psicoanálisis es la única disciplina que se plantea al síntoma como una producción y no como un déficit, y, por tanto, desde esta perspectiva el autista es autista como efecto de su invención o solución sintomática para afrontar el mundo.
Hay en torno a este tema, como decía Jacques Alan Miller1, una cuestión etica y clínica de no ceder frente al autismo contemporáneo y ofrecer a cada sujeto uno por uno, una salida vía el discurso analítico, apostando en cada encuentro a un lazo social menos sufriente del ser hablante con su síntoma. El psicoanálisis de orientación lacaniana nos posibilita pensar la cuestión del autismo en tanto estructura y problemática subjetiva clínica, pero además poder localizar al autismo como un modelo de goce de nuestra contemporaneidad, que prescinde del Otro del lazo social.
Por supuesto, hay que diferenciar lo que es el imperativo de goce autista de la época de lo que es la estructura autista, aunque las formas de evaluar los síntomas como trastornos hace a veces confundir lo que es una pura forma de goce a un verdadero retorno de goce sobre el borde autista, observándose un aumento exponencial jamás visto en la historia en el diagnóstico de casos de autismo2.
Desde el psicoanálisis, al entender que el síntoma cumple su función, no lo atacamos, ni intentamos eliminarlo, al menos sin saber antes que función cumple, apuntamos a que una persona pueda servirse del análisis para realizar otro uso de su síntoma: enlazado a un Otro, a la vida y no tanto a la mortificación subjetiva.

La época del Otro que no existe, nos plantea nuevos síntomas sin inconsciente, con sujetos pegados y orientados por su objeto a, donde no se apunta al lazo social y lo simbólico extremadamente debilitado casi que no opera, quedando bajo los influjos de lo real. Lacan le llamo gadgets a esos objetos sustitutos del objeto a que proporcionaba la ciencia y que podían constituirse en síntoma para el sujeto. ¿Qué decir entonces de los actuales objetos tecnológicos que nadie puede prescindir y que todos llevamos literalmente en la mano, al igual que un objeto autista?. Estoy hablando del celular, por supuesto. Decía Laurent:
"Estamos sumergidos, y los sujetos autistas están sumergidos como nosotros, incluso un poco más, en ese mundo estructurado por el flujo de informaciones que entregan estas máquinas".3 Estos objetos que sumergen al autista, no están separados de su cuerpo, están totalmente articulados a su cuerpo, dentro del borde, convirtiéndose en verdaderas soluciones reales que animan al sujeto.
El autismo entonces nos interroga y obliga a replantear muchas cosas, y con respecto al síntoma no es la excepción, ya que nos lleva a pensar una noción de síntoma distinta a la planteada por Freud e incluso Lacan, y es recién en su última etapa que quizás podamos comenzar a darle una vuelta al síntoma autístico en tanto que invención del sujeto pero por fuera del campo de lo simbólico, debido a que no tiene el componente de sentido que puede verse en la neurosis. Es por el contrario un goce fuera de sentido, que prescinde del Otro, pero también es una forma de controlar la angustia y particularmente ese goce excesivo depositado sobre su cuerpo que tanto sufrimiento le genera. Les quiero plantear entonces que el interés específico o el objeto autista puede convertirse en su síntoma, a través de la pantalla que lo lleva a meterse en juegos o información constituyendo una actividad que si dependiera de el dedicaría todo el día, sin querer salir de ahí.

Estando orientados en la clínica por lo real, quien mejor que un sujeto autista para enseñarnos sobre el síntoma en su dimensión real, y el embrollo que resulta de hablar sin un cuerpo imaginario, y sin ceder el goce del objeto voz.
Si algo del síntoma autista se puede tocar con la palabra no es en tanto que simbólica, sino que es en su dimensión real de lalengua, que podrá transformarse en letra a lo largo del análisis, posibilitando un freno al goce sintomático y, por tanto, a la angustia del autista, incluso porque no decirlo, que el autista pueda asumir su propio discurso para hablar de eso que le pasa, posibilitado por las maniobras e intervenciones del analista.4

1 En las XXX Jornadas de L Ecole de la Cause Freudienne de 2005.
2 Se pasó de 1 caso cada 1000 niños hace treinta años, a 1 cada 150 hace quince años, a 1 cada 85 hace cinco años y en la actualidad 1 caso cada 65 niños. Estas son cifras de paises Europeos y Estados Unidos, habiendo países que se desconoce su incidencia. La Oms habla que en el 2022 es de 1 cada 100 en promedio, pero que hay paises donde las cifras son “notablemente mayores”.
3 Laurent, E. “Los autismos en la actualidad”, en Estudios sobre el autismo, Ediciones diva, Buenos aires, 2014, pag.34.
4 Esto ultimo es algo muy difícil que ocurra, pero hay numerosos testimonios que lo confirman, desde los libros autobiográficos de los propios autistas, hasta los casos presentados por los psicoanalistas


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