La
urgencia subjetiva es lo “que
aparece como una ruptura en la linea del tiempo, saca al sujeto de
sus rutinas, y lo fuerza a elaborar una nueva relacion con lo real”,
nos dice
Ricardo
Seldes en su libro La urgencia dicha. Como
pensar entonces estas palabras, frente a la epidemia de coronavirus
que genera las más variadas respuestas, desde a quienes se les
despierta un estado paranoide y son ultra cuidadosos en exceso,
consumiendo vorazmente toda la información disponible, encontrando
en el siguiente articulo la posible salvación o el argumento para
odiar al otro distinto, que deja de ser prójimo para convertirse en
un completo extraño.
En el
otro extremo tenemos a quienes tratan de seguir su vida como si nada
pasara, aprovechando que es verano y no tienen que trabajar, se van a
hacer playa al este, eligiendo nadar en la peligrosa y egoista
ignorancia. En el medio estamos la mayoría, quienes tomamos todos
los recaudos y cuidados, con más o menos miedo, con más o menos
angustia no solo por nosotros mismos, sino fundamentalmente por los
más “vulnerables” que podamos tener a nuestro alrededor.
En
estos últimos días, he observado el progresivo detenimiento de las
actividades, propias y ajenas, reflejado por ejemplo en los ómnibus
que pasan más espaciados en el tiempo, con menos personas, (apenas
viajan 3, 4, 5), sentadas bien distantes unas de otras, mirando
fijamente hacia afuera, lo más cerca de la ventana. Muchos ómnibus
se desplazan sin prisa, absolutamente vacios, solo con su conductor,
generando una sensación de extrañeza.
En la
era de mayor acceso al conocimiento en toda la historia de la
humanidad (por volumen y rapidez), nos enfrentamos a una paradoja:
¿como hacerle frente a la constante invasión de (des) información?
¿Apagando
la televisión donde pasan horas y horas con el minuto a minuto del
avance del virus y sus efectos devastadores?
¿No
entrando en las redes sociales, donde cada uno comparte lo último
que circula, y que se contradice con el otro, con soluciones muy
diferentes, incluso entre profesionales del mismo área?
¿No
viendo los mensajes de los grupos de watsapp que “viralizan”
cualquier contenido por más banal, equivoco, falso o violento que
sea, generando mayor desinformación, y sobre todo saturación?
En momentos de reclusión,
los “medios de comunicación” pueden ayudar a paliar el
aislamiento, pero vemos que en manos irresponsables que solo piensan
en el raiting o el dinero. pueden generar una ola de terror difícil
de combatir, aumentando el miedo lógico frente a esta epidemia y sus
efectos. Y si hablamos de efectos, estan muy claros los que el
coronavirus puede generar sobre el cuerpo, como nos lo repiten mil
veces al día, en donde todo parece reducirse a una cuestión medica,
epidemiológica, intentando regular el comportamiento de las masas y
que todos actuemos igual, con los mismos cuidados y esta bien. Es
necesario cierta dirección y buenos lideres que sepan llevar calma y
guiar el barco en la tormenta.
En estos días se ha
visto una reducción drástica de la atención en salud mental en
cualquiera de sus modalidades (publico, privado, individual, grupal,
presencial, etc), en algunas instituciones se llegó incluso a
cancelar las consultas, priorizándose únicamente las urgencias y
emergencias... médicas y por tanto a la salud física. Pero ¿Que
pasa con las urgencias subjetivas en esta época de crisis? Urgencias
que también afectan a los médicos, enfermeros, personal de salud en
general que trabajan en situación de riesgo y desbordados por la
demanda.
Acaso alguien que está
angustiado o deprimido ¿puede quedarse encerrado en su casa sin
recibir ninguna contención psicológica? Por supuesto que alguna
solución hay que dar.
Y sobre todo ¿como
atender estas urgencias, cuando no está disponible el dispositivo
clásico en el consultorio? Es muy difícil, y en algunos casos es
imposible. Por ejemplo en pacientes que no tengan el recurso a la
palabra, donde la presencia del cuerpo del analista-objeto los
tranquiliza, como es el caso de muchos niños en vías de
subjetivación.
Los psicoanalistas
lidiamos a diario con lo real imposible de asimilar, o de decir y por
lo tanto no retrocederemos nunca frente a ninguna crisis. Buscando en
estas situaciones bordear ese abismo, generando algún recorte, algún
marco que pacifique, que alivie la angustia.
En estos momentos nos
vemos obligados a dar respuestas ultra rapidas, atendiendo las
contingencias medicas, económicas y sociales. Esto implica (para
muchos) explorar nuevos escenarios, sin la presencia del cuerpo del
analista, a través de la atención online, vía skype, video llamada
o incluso telefónica. No ya como recurso circunstancial, puntual,
sino que por un tiempo indefinido, que se presume no será mucho,
probablemente varias semanas.
Espero que lo que se
aprenda en esta crisis que no es solo medica, epidemiológica o
económica sino también social y subjetiva, sirva para mejorar lo
que se tiene y generar nuevos recursos para futuras crisis, dándole
el lugar que se merece a la escucha del sufrimiento subjetivo en los
planes de salud, asegurándose la asistencia psicológica. Esta más
que comprobado que aun en las peores circunstancias de privación
extrema, poder expresar algo es fundamental, y mucho mejor a un
analista decidido a soportar lo peor del sufrimiento humano, haciendo
de barrera, acotando el sin sentido del goce mortífero.
Es momento de tender
manos aunque sean virtuales, manos que sostengan... una escucha
analítica. Esta por verse que nuevas formas de relación a lo real
puedan surgir de todo esto.
Javier Grotiuz Scarella