Todos alguna vez hemos mantenido (o al menos escuchado) una conversación con una persona tartamuda, y por tanto sabemos bien que tan nervioso puede ponernos y cuanto más trancado esta el tartamudo más nervioso nos ponemos y por tanto más alterado se pone el tartamudo, entrando en una espiral que termina generando un discurso entrecortado casi silábico, perdiéndose el mensaje de fondo, haciendo foco sobre la dificultad, en particular sobre la cara de quien se esfuerza en sacar algún sonido y cada vez esta mas roja de la impotencia y vergüenza. Seguramente a más de uno llegado ese punto le dieron ganas de sacudirlo repetidas veces para destrabarlo y que fluyan sus palabras. De tener la certeza que esa acción ayudaría habría muchos voluntarios para esas sacudidas. Imagínense esta situación en un personaje de la realeza británica con aspiraciones (aunque al comienzo lejanas) al trono y en vísperas de la segunda guerra mundial. Se complica bastante verdad. El Duque de York (interpreta...