Se cumplieron dieciocho años de la película 25 watts, considerada por la crítica especializada como representativa de su género, retratando la cotidianidad y las actividades de un grupo de amigos adolescentes de clase media (generación X), cuando aun no existía la masificación de las redes sociales e Internet (generación Y o Milenio).
La película comienza con tres jóvenes caminando por la calle (casi arrastrándose) a la vuelta de la salida nocturna, un sábado a las 7 y 15 de la mañana.
Yo sé que todo el mundo envejece, Yo sé que el tiempo pasa sin parar… ♪ ♫
Veamos quienes son estos jóvenes y sus características principales:
Alejandro (“El leche”) Esta preparando su ultimo examen para recibirse de bachiller y enamorado de su profesora particular de italiano, amor imposible, quien se encuentra en idas y vueltas con su novio.
Alejandro queda con su abuela al irse sus padres el fin de semana. Ella parece ser la compañía ideal para estos adolescentes ya que esta media sorda y además el poco tiempo que no esta durmiendo deambula como una zombi.
A él parece no importarle nada de los demás, ni siquiera de los amigos, está obsesionado con Beatriz y no tiene lugar en su cabeza nada más.
Javier, es el único que tiene trabajo, manejando un altoparlante de publicidad. Está en una relación encaminada al fracaso, sin pasión ni interés, si es que alguna vez existió.
No quiere hacer nada, está pensando en dejar su trabajo y decir que va a entrar en la Universidad pero tampoco estudiar. De todos es el que aparece como con menos voluntad, más depresivo y desganado al punto de no moverse para levantar el control remoto (que permanece varios días debajo de la cama) y pasar horas mirando programas aburridos que no le gustan con tal de no levantarse a cambiar.
Es el que se encuentra en el peor momento de los tres, sin reacción, con muy poca energía y deseo que lo impulse. Frente a las adversidades él no atina a nada: la novia lo deja, el hijo de su jefe lo golpea dos veces y el no amaga siquiera a defenderse.
Solo quiere que las horas y los días pasen.
Sebastian (“El manteca”) aparece como el más callado y receptivo de los tres, de su familia solo tenemos el dato de que es hermano del “marmota” a través del encuentro con un conocido del hermano quien lo llama “marmota chico”. Le cuesta ponerle limite a los abusos y exabruptos a los cuales se ve sometido no sólo por este conocido (amigo de su hermano) sino también por parte de sus dos amigos. Igualmente de los tres es el que plantea al menos cierta búsqueda experiencial de nuevas vivencias, aun a costa del descontrol.
…Yo sé que todo el mundo envejece, pero para mí esta es la primera vez… ♪ ♫
No aparecen proyectos ni ambiciones en ninguno de los tres, salvo por el hecho de que Alejandro aspira a conquistar a Beatriz, y pasa las horas ideando la forma de invitarla a salir.
¿Cuáles son sus principales actividades recreativas en los tiempos de ocio?
Estas son juntarse a mirar cualquier programa de televisión, sin actitud selectiva, como el Show de Don francisco o las tandas publicitarias, sin voluntad expresa ni interés por nada en particular. Pareciera que todo les da lo mismo, como jugar al Pool, al flipper o las maquinitas. Actividades típicas de la época y de esa generación. Tienen sus primeras experiencias fumando marihuana e incluso viendo alguna película porno como en el caso de Sebastian, quien parece ser el mas ingenuo de los tres.
Además cualquier acción por más minima que sea, puede ser motivo de disputa o burla, aprovechando los puntos débiles del otro. En ese sentido hay un ida y vuelta permanente entre Alejandro y Javier, con Sebastian rezagado y contestando como puede. Típicos ejercicios de poder entre los jóvenes varones. Un claro ejemplo es el robo permanentemente y sin previo aviso del cigarro de las manos, para terminar fumándoselo en la cara del otro, acto que es permitido y que siempre encuentra su empate a posteriori con la misma acción pero en roles inversos.
Ir a comprar cerveza, o abrir la puerta son disputadas con “piedra, papel o tijera” o por una moneda echada a la suerte. Pueden demorar varios minutos en concretar la acción más mínima, y de repente pueden pasar a la acción impulsiva en un segundo, como tocar los timbres de una casa u edificio y salir corriendo.
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…Yo sé que todo el mundo envejece, Yo sé que todo esto es natural… ♪ ♫
Todas estas situaciones son bien ambientadas con música de fondo y en particular el tema “Yo se…” de Exilio Psíquico, quedando claro que lo “natural” del crecer no deja de ser problemático. Ellos saben, pero como buenos neuróticos no quieren saber sobre eso que les pasa.
Los tonos blanco, negro y gris terminan dándole el toque definitivo a la película, siguiendo la línea de los acontecimientos y la vida de sus protagonistas.
Aunque se presenten en forma abúlica, muchas situaciones no dejan de indicar la crisis por la cual están atravesando estos jóvenes y el impacto de lo que les sucede es algo superior a lo que se refleja en su actitud aparente de que nada les afecta.
Parecen estar casi en shock por la entrada en una nueva etapa que les implica exigencias y responsabilidad: pasaje a la universidad, tener que trabajar. En este sentido se los ve como jóvenes adultos que ya hubieran vivido demasiado, cuando en realidad es todo lo contrario. No se ve hambre de conocer, de vivir nuevas experiencias salvo a través de fumar marihuana. O de salir de ese circuito que los lleva hacia el mismo muro, en clara repetición de lo mismo. Elemento no menor en este caso, ya que este grupo se siente seguro en lo ya conocido, y con un temor enorme de lo por venir, con pocas posibilidades de pensar al respecto, y menos aun de reaccionar.
…Yo sé que todo el mundo envejece, pero para mí esta es la primera vez… ♪ ♫
Si hay algo que resalta en la película es la abulia predominante de estos jóvenes, en un estado cuasi depresivo, donde no se ve elementos placenteros o de disfrute a pesar de las salidas nocturnas u actividades que realizan. Hay un distanciamiento defensivo de la realidad pautado por cierta desafectivación de lo cotidiano, e incluso entre ellos no se ven demostraciones de cariño, por el contrario.
Se encuentran como congelados en el tiempo presente, el ayer ya fue, el mañana es incierto, lejano, conlleva responsabilidades y obligaciones.
No saben que hacer para salir del aburrimiento y del tedio, predominando un sentimiento de vacío en relación con el entorno, como si los estímulos no fuesen los suficientes para sacarlos de ese estado.
…Y si me voy olvidando no te olvides de avisar que si me estoy acostumbrando no te olvides de avisar que ya fui joven una vez y no soy más. ♪ ♫
Impronta depresiva de los también autores de “Wiskie”, en donde se acentúa aun más la abulia y la depresión, con las dificultades de comunicación de los afectos.
Se ve a estos jóvenes en una vida rutinaria y circular acentuada excelentemente por varios elementos de la película: el hámster y su rueda, el muro del encuentro, el auto que da vueltas con la misma publicidad una y otra vez, etc.
Trasmiten una sensación de que no pasa nada, porque la actitud de cada uno de ellos así lo muestra, pero en realidad suceden muchas cosas.
Esto se da porque se instala una dinámica de desafectivización, como si el deseo, las pulsiones y los afectos estuvieran en peligro, quebrándose la homeostasis psíquica dando por resultado un bloqueo de lo pulsional, que en su máxima expresión llevaría a un verdadero estado de afánisis, o borramiento del sujeto deseante.
Se los percibe como desvitalizados, afectado en sus actitudes posturales, cansados, arrastrando las piernas al caminar. Todo este cuadro es consecuente con las escasas posibilidades de disfrute y placer que puedan encontrar no solo en sus actividades habituales sino en sus horas libres de ocio. Hasta la sexualidad aparece aislada de lo afectivo, como acto rutinario o mecánico pero sin deseo ni placer. [1]
Se produce un corto circuito entre el deseo, las pulsiones y los afectos, provocando un desenvestimiento libidinal en los objetos externos y el mundo definiendo la subjetividad de estos jóvenes que se encuentran entre luces y sombras con poca energía disponible, digamos que a 25 watts, hasta en tanto no resuelvan la conflictiva que les implica el envejecer.
[1] “Acerca de "25 watts", o la circularidad en penumbras de la morosidad.” David Amorín Fontes. Revista Querencia. Nº 5, diciembre de 2002.